MARCO TEÓRICO

El machismo (AG Manso, 2017) no solo está presente en la sociedad del día a día, sino que se ha traspasado al mundo virtual. Encontramos el origen del machismo en las acciones recíprocas que pertenece a los inicios, como, por ejemplo, de las redes telemáticas, el sexismo de los primeros videojuegos y los textos que dieron inicio al cibermachismo, entre otros. Según Bonino (1995, 1996 y 2005) expone el micromachismo como unas conductas abusivas llevadas a cabo por los hombres hacia las mujeres.

1.      Definición de Micromachismo.

Según el estudio (Luis Bonino Méndez ,1996), el concepto de violencia de género es toda acción que coacciona, crea límites o priva de libertad y restringe la dignidad de las mujeres. Son ignoradas diversas prácticas de dominación y violencia masculina en lo cotidiano. Algunas normalizadas y de otras invisibilizadas, además de que hay que son legitimadas, y que por ello se ejecutan impunemente.

Bonino Méndez, denomina el tipo de acciones normalizadas o invisibles como micromachismo.

La posición de género, tanto femenino como masculino, se trata de uno de los ejes cruciales por donde se discurren las desigualdades de poder. Manifestándose, generalmente, con un mayor grado en las familias o en la pareja. Dónde la cultura patriarcal ha legitimado la creencia de que el masculino es el único género con derecho al poder auto afirmativo, negándose al de las mujeres.  Es decir, los varones entablan una posición de poder, control y dominio, mientras que las mujeres se ven obligadas en adoptar una actitud de obediencia.

Además, existen diversas maniobras interpersonales que adquieren los comportamientos masculinos en cotidianidad.  Por ejemplo, en el ámbito de la pareja, el micromachismo se fundamenta mediante abusos y violencia, de tamaño casi imperceptible, que procuran que el varón pueda mantener una posición de género superior, ante la mujer. Como consecuencia, se produce la creación de una red que atrapa a la mujer de forma sutil, atentando contra su autonomía personal, cuya imperceptibilidad hace que la víctima pueda llegar a no darse cuenta, viéndose impedida de contramaniobrarse eficazmente.

Dejando constancia al maltrato psicológico, emocional, físico, sexual y económico, existen otro tipo de “armas” que son generalmente usadas por los varones, con la finalidad de imponer su propio punto de vista, sin dar la posibilidad al consenso. De forma que va modelando, lentamente, la libertad de la mujer, anulándola como sujeto y forzándola a un grado elevado de disponibilidad hacía el hombre, estando a su servicio. Perpetuando, así, la distribución injusta de derechos y oportunidades, hacia las mujeres.

Los varones, cuyos comportamientos discriminatorios son intencionados, tienen el apoyo de orden social. Este poder les otorga a los varones, por la razón de serlo, como “el monopolio de la razón”. Es decir, disponiendo de un suporte de un poder moral, ya que se crea un contexto inquisitorio,en el que la mujer puede ser acusada bajo las expresiones comunes de “exagerada” y “estás loca”, reflejando de forma clara este tipo de situaciones.

Sin embargo, se hallan algunos micromachismos ejecutados por hombres de forma consciente, aunque existen otros que se realizan con la “inocencia” del hábito inconsciente.

En definitiva, los varones no tan sólo intentan mantener una situación favorable de poder, sino que también buscan satisfacer una necesidad de reafirmación de la identidad masculina, de forma intermitente. Identidad fuertemente fijada en la creencia de superioridad y en la necesidad de control, con el objetivo de satisfacer los deseos de dominación y ser objeto de atención exclusivo del género femenino.

Estos mecanismos psicológicos favorecen el sostenimiento de otras creencias como el racismo, la xenofobia o la homofobia. Por ejemplo, una mujer sin un comportamiento, socialmente, “afeminado” no es considerada mujer, ya que no forma parte del estereotipo social. De manera que se le atribuyen las etiquetas de “homosexual” o “bisexual” como orientación sexual, categorizándolas de un rango inferior al de las mujeres, sin llegar a ser suficiente como para clasificarlas en la categoría de hombres.

Puntualmente, los micromachismos no parecen ser muy dañinos, ya que la mayoría de ellos resultan ser normalizados. Sin embargo, estos hechos desencadenan grandes consecuencias en la estructura social, junto a todas sus vinculaciones.
En el presente estudio de “Micromachismos –el poder masculino en la pareja “moderna””. Luis Bonino, nos habla de los tipos de micromachismos, siendo clasificados en cuatro categorías para dar a conocer su visibilidad:

En primer lugar, los “micromachismos utilitarios”, cuyos se basan en la coacción de la disponibilidad del sexo femenino. Haciendo referencia a temáticas relacionadas con el domicilio y los cuidadores, hablando del comportamiento femenino tradicional.

En segundo lugar, los “micromachismos encubiertos”, que intentan ocultar la finalidad de implantar las razones, aprovechándose de la confianza y credibilidad femenina.

En tercer lugar, los “micromachismos de crisis”, los cuales intentan exigir la continuación y estabilidad en el statu quo desigualitario, cuando se produce una desestabilización, pudiendo ser provocada por el aumento de poder de la mujer o por la disminución de poder del hombre.

En el cuarto y último lugar, son presentes los “micromachismos coercitivos”, cuya finalidad de uso se basa en la conservación de poder mediante la fuerza psicológica o la moral masculina.

Como resultado, todas estas categorías se rigen por el dicho de “lo que vale por mí no vale por ti”, determinando quién decide los privilegios adjudicados.

2. Micromachismo aplicado en las redes sociales.

Según María Ángeles Blanco Ruiz, conductas como los mecanismos de control hacia la pareja, socialmente aceptadas como pruebas de amor romántico, se han visto incrementadas mediante el uso de las redes sociales como fuente de comunicación.

De forma que hay que tener constancia de lo que supone la presencia de Internet en nuestra sociedad, ya que ha rediseñado las relaciones sociales, diluyendo las fronteras físicas, culturales y sociales, constituyéndose como un nuevo medio de comunicación. De forma que la evolución de esta plataforma comunicacional, permite la interacción instantánea, en gran parte gracias a las redes sociales. Por lo tanto, entendemos a las redes sociales, en un sentido amplio, como “las herramientas que permiten a los usuarios la creación de una red social on-line, basándose en “las 3 Cs”: La Comunicación, como puesta en común de conocimientos; la Comunidad, la cual nos facilita la búsqueda de grupos y la posterior integración; y la Cooperación, elemento que sirve para la realización de acciones conjuntas, compartiendo y encontrando puntos de unión.

Por otro lado, trasladamos los actos cotidianos a los espacios virtuales (las redes sociales y herramientas online), a través de los distintos software, facilitando la interacción de un modo completamente diferente, ya que las llamadas y SMS han sido substituidos por aplicaciones que facilitan la comunicación, las redes sociales. Por ello, se sigue entablando la creencia de funcionalidad respecto al sistema sexo-género, ya que sigue ampliándose mediante este tipo de redes virtuales, otorgando la capacidad de compartir de una forma mucho más rápida y efectiva nuestros gustos, necesidades y preocupaciones. Aunque, por otro lado, también se tiene que tomar consciencia de que con este tipo de comunicación se “digitalizan” las situaciones violentas, intimidatorias y/o los mecanismos de control, transformándose en un tipo de violencia on-line, más sutil, generalmente pasando por desapercibida, convirtiéndose en un elemento presente las 24 horas del día a través de la pantalla del smartphone, tablet, ordenador, etc.

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